España, Historia Postal — 4 de enero de 2013

Una carta de la Intervención española en Portugal

por

1847. Ejército expedicionario en Portugal

Marco histórico

En 1834 se produjo la conocida como expedición Rodil a Portugal, realizada en cumplimiento del tratado de la Cuádruple Alianza firmada en ese mismo año entre España, Francia, Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda y Portugal, la cual tuvo como objeto contribuir a la consolidación en el trono de María II, amenazada por las reclamaciones del pretendiente al trono D. Miguel de Bragança, tío de la soberana portuguesa. Fue ésta la primera intervención española durante el reinado de Isabel II de las dos que tuvieron por escenario nuestro vecino país y, también, la primera realizada en el extranjero en este período.

La segunda intervención española en territorio luso tuvo lugar en 1847 y, del mismo modo que la primera, en aplicación de los acuerdos de la Cuádruple Alianza. Esta vez los motivos de tal intervención no eran solamente dinásticos.

Desde octubre de 1846 Portugal se encontraba inmerso en un estado de guerra civil –allí conocida como guerra da Patuleia–, consecuencia del enfrentamiento entre el gobierno de María II, de tinte conservador, y las Juntas progresistas que proliferaban a lo largo de buena parte del país, cuyo exponente más sólido lo representaba la Junta Superior de Oporto, liderada por el conde das Antas, y apoyada por miguelistas –los partidarios del sempiterno pretendiente D. Miguel- y anarquistas.

La situación en 1847 era ya de franca y generalizada guerra civil, con excesos y descontrol por ambos bandos: en Lisboa, se producían matanzas indiscriminadas y en las regiones de Minho, Tras os Montes, Alemtejo y Algarve bandas incontroladas que decían estar al servicio de la revolución arrasaban pueblos enteros.

Desbordado por los acontecimientos, el gobierno portugués solicitó el apoyo de la Cuádruple Alianza, que decidió enviar a Portugal una delegación hispano-británica formada por Enrique España y Taberner, marqués de España, y el coronel William Wylde, respectivamente, con el fin de encontrar una solución a la crisis asumible por ambas partes en conflicto. Al tiempo, la reina Isabel II nombraba al teniente general Manuel Gutiérrez de la Concha, prestigioso militar liberal, capitán general de Castilla la Vieja y general en jefe del cuerpo de observación en Portugal, por Real decreto de 7 de marzo de 1847.

Manuel GUTIÉRREZ DE LA CONCHA E IRIGOYEN (1808-1874). Presidente del Senado durante 6 legislaturas (1858-1865)

La mentada delegación presentó a la Junta las condiciones de un acuerdo –impuestas por el gobierno de Lisboa–, que fueron consideradas inaceptables por la Junta de Oporto con lo que, ante este fracaso, los aliados decidieron reunirse en Londres, donde firmaron el 21 de mayo el protocolo de una Conferencia en la cual, a petición de Portugal. se optó por una intervención militar en su territorio a fin de restablecer la normalidad en colaboración con el Ejército Real portugués, mandado por el Duque de Saldanha. Según el acuerdo tomado España debería jugar un papel protagonista, colaborando con el envío de contingentes militares por tierra y mar, en tanto que el apoyo británico y francés se limitaría al ámbito marino con misión de apoyo a la fuerza naval portuguesa, en operaciones de bloqueo a los puertos en poder de los revolucionarios. Las tropas españolas, cuyo número había de ser fijado por los Gobiernos de España y de Portugal, se retirarían del territorio portugués dentro de los dos meses, á contar desde la fecha en que entrasen, o inmediatamente después de alcanzados los fines a ellas encomendados.

Posteriormente, un segundo protocolo, firmado en Madrid el 31 de mayo a raíz de una Conferencia habida en esta capital entre España y Portugal, determinó las fuerzas constitutivas del ejército español de intervención, fijando el número de sus efectivos “de diez á catorce mil hombres de todas las armas”, así como que su entrada en territorio portugués habría de verificarse con carácter inmediato.

Una vez decidida la intervención la jefatura del Ejército Auxiliar Español en Portugal recayó sobre Gutiérrez de la Concha –que en su día había sido nombrado general en jefe del cuerpo de observación en ese país, como antes se ha dicho–, el cual se había distinguido en múltiples acciones de la primera guerra carlista. Su misión ahora consistía en penetrar en Portugal con 12 000 hombres y actuar en completa coordinación con el Ejército Real portugués del duque de Saldanha con la misión de desalojar a los elementos de la Junta revolucionaria de las regiones norteñas de Minho y Tras os Montes –situadas entre la frontera gallega y el Duero– para, a continuación, dirigirse a Oporto.

Mapa del norte de Portugal señalando Ios itinerarios seguidos por el Ejército de Galicia y el Ejército Expedicionario Español en su intervención en Portugal (junio de 1847).

Siendo el territorio gallego el más próximo de los españoles a los portugueses que iban a ser escenario de las operaciones, se cursaron órdenes al capitán general de Galicia Santiago Méndez Vigo para que procediese al reconocimiento de la zona de Valença do Minho, leal a la reina portuguesa, y mantuviese abierta la comunicación de esta localidad con la española de Tui, vecina a ella –río por medio–, donde ya desde el 23 de mayo se encontraba acampado el Ejército de Galicia mandado por él, con los brigadieres Fuentes Pita y Lersundi a sus órdenes.

Recibida la orden de penetrar en Portugal Méndez Vigo atravesó el Miño el 3 de junio, ocupando Valença do Minho. Desde allí, siguiendo el itinerario marcado, alcanzó y ocupó el día 6 Monção y Ponte de Lima, sin encontrar apenas resistencia y siendo recibido “con el mayor entusiasmo” por la población, según recoge la Gaceta de Madrid de 9 de junio de 1847.

Por su parte, el Ejército Expedicionario de Gutiérrez de la Concha, formado por cuatro divisiones, había acampado en Alcañices (Zamora). El 11 de junio la 1.ª división, mandada por el mariscal de campo Lavalette, atravesó la frontera ocupando al día siguiente Bragança, donde fue bien recibido por el pueblo.

En la progresión de las tropas españolas desde el norte y el este hacia Oporto fueron ocupadas, sucesivamente, las localidades de Mirandela (19 de junio), Viana do Castelo (20 jun.), Chaves (20 jun.), Murça (20 jun.), Vila Real (21 jun.), Amarante (22 jun.), Braga (23 jun.), Penafiel (23 jun.), Vilanova de Famalicão (24 jun.) y Valongo (24 jun.). En resumen, la totalidad del territorio de Minho y Tras os Montes, excepción hecha de Oporto, se encontraba el 24 de junio controlado por las fuerzas que apoyaban a María II y expedito el camino hacia la capital portuense, en cuyas proximidades se encontraba ya el Ejército Real portugués de Saldanha.

A la vista de la situación la Junta envió emisarios para proponer a de la Concha la apertura de conversaciones que permitieran a las tropas españolas –exclusivamente– entrar pacíficamente en Oporto. Las conversaciones de paz tuvieron lugar en Gramido –localidad próxima a Oporto–, y fueron suscritas el 29 de junio de 1847 por el general Gutiérrez de la Concha y el coronel Buenaga por parte de España, el coronel Wylde por el Reino Unido y el marqués de Loulé por la Junta, en un documento conocido como Convención de Gramido.

De conformidad con lo acordado, la entrada de las tropas españolas en Oporto se produjo el 30 de junio de 1847, con lo que, a efectos prácticos, se puso fin a la guerra civil portuguesa. La contribución bélica española se había limitado a apenas veintisiete días de operaciones; en todo caso y, en aplicación del artículo III de la Convención, tropas del Ejército Auxiliar Español permanecieron en Portugal todavía algo más de un mes.

El comportamiento de las fuerza expedicionarias españolas en esta campaña mereció el reconocimiento de sus aliados británicos y franceses quienes, en unión del representante español de la Torre Ayllón, redactaron un comunicado fechado en Lisboa el 9 de julio en el que manifestaban que “Las noticias que llegan de Oporto estan unánimes en los elogios que hacen del aspecto y disciplina del ejército español, así como de su actitud enmedio de la poblacion, y de la manera ámplia con que el general en gefe entiende y practica la reconciliacion de los partidos”, tal como recoge el número correspondiente al 30 de julio de 1847 de la Gaceta de Madrid.

Los últimos contingentes españoles salieron de Portugal el 6 de agosto, con dirección a Zamora adonde llegaron el día 14. De esta manera la intervención pacificadora del cuerpo de operaciones en Portugal duró, prácticamente, dos meses.

Un testimonio postal de la expedición

Ante todo conviene decir que la correspondencia de y con los individuos de la expedición a Portugal en ningún momento gozó de franquicia postal, por lo que cualquier carta relacionada con ella estaba sometida a las mismas condiciones que otra de carácter particular.

Como antes se ha relatado, el Ejército Expedicionario de Gutiérrez de la Concha estaba constituido por cuatro divisiones. La primera de ellas, a cargo del mariscal de campo Lavalette, contaba con dos brigadas, con la primera de ellas bajo el mando del brigadier Jaime Ortega.

Pues bien, la única carta que hasta ahora se conoce en relación a integrantes del cuerpo de ejército de operaciones en Portugal, está enviada a este militar desde Madrid. Dicha carta dirigida al brigadier del Egercito Español en Portugal Exmo Sr. Don Jaime Ortega, en Oporto ó donde se halle lleva un fechador baeza de Madrid, 22 JUL.1847, en rojo, y un porteo 90, en azul. Este porteo de 90 reis corresponde a una carta de un peso máximo de 4 octavas de onza portuguesa (Tarifa de 14 de julio de 1806).

Carta de Madrid a Oporto, dirigida al brigadier del Egercito Español en Portugal Don Jaime Ortega, en Oporto ó donde se halle. Fechador baeza de Madrid, (22/JUL./1847), en rojo, y porteo portugués 90, en azul. El porteo de 90 reis corresponde a una carta de un peso máximo de 4 octavas de onza portuguesa (Tarifa portuguesa de 14 de julio de 1806).

El destinatario, Jaime Rudesindo de Ortega y Olleta (1816-1860), brigadier en esas fechas, fue promovido a mariscal de campo del Ejército Español en el propio año de 1847, como reconocimiento a sus servicios prestados en la campaña de Portugal. Este militar y político aragonés, luchó contra los partidarios del pretendiente Carlos María Isidro de Borbón en la primera guerra carlista, por cuyas acciones ganó la laureada de San Fernando. En 1860 organizó, esta vez a favor de los carlistas, el fallido pronunciamiento de San Carlos de la Rápita (Tarragona), conocido como “la ortegada”, acción que le valió ser detenido y fusilado en Tortosa el 18 de abril de 1860. Tuvo peor suerte que otros famosos golpistas de la época que, habiendo triunfado en sus “pronunciamientos”, gozan hoy de calles con su nombre en Madrid y otras ciudades de España.